En este tan buen año para el cine español he decidido apostar en mi lista por cuatro títulos nacionales de los que pocos parecen acordarse a la hora de hacer listas y que sin embargo me parecen a la altura, si no por encima, de muchos de aquellos con los que una inmensa mayoría se llena la boca. Y no seré yo quien niegue la calidad a magníficas películas como Mantícora, As bestas o Girasoles silvestres, las más que decentes Alcàrras, Venus o Los renglones torcidos de Dios, y quiero pensar que algo tendrán Pacifiction, Cinco lobitos o Tenéis que venir a verla, aunque decididamente no sean para mí. Me gustaría haber visto Competencia oficial, Las gentiles, La consagración de la primavera, La maternal, Suro, Un año, una noche, Modelo 77, 13 exorcismos, No mires a los ojos o El agua en lugar de haber hecho de tripas corazón con Espejo, espejo, Hollyblood, Escape Room: La película o El test. No me desagradaron, sin embargo, Cerdita, Voy a pasármelo bien, Malnazidos, El mundo es vuestro, Veneciafrenia, El cuarto pasajero, Rendir los machos o Jaula. Hasta aquí el repaso de lo visto y lo que me gustaría ver en algún momento (queda aquí consignado para no olvidarme).
Pero dicho todo esto, me quedo, pues, en mi top ten con Camera café: La película, un ejercicio de estilo donde la puesta en escena importa y mucho, y en el que Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes dan rienda suelta a su creatividad en una película que son varias a la vez, de algún modo aplicando todo lo que nos habían mostrado con anterioridad que tan bien sabían hacer en sus series de culto (La hora chanante, Muchachada Nui, Museo Coconut, Retorno a Lilifor)… Camera Café: La película es algo parecido a juntar cuatro o cinco episodios de Capítulo 0 cohesionándolos argumentalmente. Esto que sobre el papel puede parecer dantesco, en la práctica lo es sin duda, y por eso me encanta.
La maniobra de la tortuga es un durísimo thriller, más negro que el alma de su torturado protagonista, que denuncia la corrupción y la violencia de género, haciendo gala de una buena colección de soluciones visuales y de puesta en escena mientras recorre el underground gaditano: la cámara pegada al cuerpo de Natalia de Molina que, ayudada por su veraz interpretación, transmite al espectador su estado de permanente terror, o aquella que sigue a los personajes de cerca (tanto en vista subjetiva como en primer plano), esos planos de Cristina (de Molina) mirando por la ventana cuando aún no sabemos qué le preocupa, acompañados de otros primeros planos atisbando por la mirilla, o aquella genial elipsis en el momento en que se reflejan en el rostro de Manuel (un también magnífico Fred Tatien) las luces azules del coche de policía, que funden a un plano con él esposado. No hay hueco para el humor pero sí para una violencia brutal y un guion sin concesiones, cuyo principal defecto puede ser el arco de Cristina, que aunque bien hilvanada en su conexión con la historia principal, tiene un desenlace tan impactante como previsible, y resulta menos interesante, más semejante a un anexo reforzando el tema principal que una adición en sí a la trama. También adolece de algún subrayado que no hace falta (por ejemplo la mujer que va a urgencias con una brecha en la frente porque «se ha dado un golpe») para potenciar el tema central. En cualquier caso, la película lidia hábilmente con la figura del justiciero, sin justificarlo pero sin juzgarlo, dejando que se convierta en el camino natural de un personaje con un karma interior bastante jodido. Ojalá más thrillers como este en nuestras fronteras.
De La abuela, de Paco Plaza, diré que es una película donde se respira la atmósfera de terror en cada fotograma, y aunque quizá sus simbolismos puedan rozar la exageración me gusta ese subtexto que nos habla de la añoranza de la juventud y el vigor sexual, el temor a la vejez y la muerte, donde ese anhelo de lo que ya no se puede alcanzar provoca comportamientos anómalos en los ancianos, como ocurría en X, de Ti West (que también incluyo en mi listado). Allí, con una trama puramente realista, exterminando esa juventud por pura envidia (y quizá algún desarreglo mental), mientras que en el film de Plaza, con una componente fantástica, es arrebatada a través de la magia. Dos formas diferentes y muy válidas de crear terror a partir de un miedo muy real como es el de hacernos demasiado mayores.
Por último, me quedo con Llenos de gracia, una película de la que no esperaba nada y me lo dio todo, sin duda una auténtica sorpresa, de las buenas. De ella ya hablé en estas líneas, así que no me repito.