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No he visto mucho cine este año, de ahí que no participara en los tops anuales de esta, mi casa. Pero curiosamente sí pude ver dos películas, ambas excelentes, una extraordinaria —la de esta reseña—, que vienen a hablarnos sobre la conflictiva relación que mantenemos con aquellos imaginarios populares que nos han formado. En El hombre del norte, Robert Eggers recoge su devoción por la espada y brujería, por la majestuosidad de esos grandes relatos. Por ello, no puede dejar de rodar la épica vikinga que siempre ha fantaseado, mientras introduce la propia duda que siente hacia sus códigos, sus cimientos.
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Algo similar ocurre con ¡Nop!, e intuyo que también con Babylon de Damien Chazelle. El tercer largometraje de Jordan Peele, —artista que no deja de crecer, en todos los sentidos— aborda la fascinación de este por la arquitectura visual y narrativa de la imagen espectáculo, aquí bajo las coordenadas de la ciencia-ficción. Peele, como Eggers, no puede sino entregarse a elaborar una película mayestática, muy ambiciosa, construida sobre unas imágenes grandiosas, al mismo tiempo que sospecha de hacia donde nos dirigen esas mismas imágenes. No es casualidad que esa nave/alien, trasunto de blockbuster que seduce mientras engulle a su audiencia solo pueda ser combatida por aquellos que, aún atraídos por ella, indagan en sus mecanismos de actuación/representación. Del mismo modo que Spielberg, Coppola o Scorsese, Peele transmite su ambivalencia por aquellos imaginarios que le han dado identidad.
3
Como las grandes obras, ¡Nop! es ficción autónoma y complejo ensayo sobre sí misma, y el paso lógico tras Nosotros, que quería arrancar tan minimalista como Dejame salir pero luego devenía en ansiosa crónica sociopolítica. Tres películas que nos invitan a preguntarnos sobre lo que subyace bajo los grandes mitos fundacionales.
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¿No teneis la impresión que las nuevas generaciones queman etapas cada vez más rápido? Siento un poco de pena por ello.