Hahaha (Hong Sang-soo, 2010)

HahahaMe cuesta entender por qué Hahaha se llevó el premio de Un Certain Regard en el festival de Cannes, en una categoría en la que competía con rivales de entidad (Xavier Dolan, Jean-Luc Godard, Jia Zhang-ke, Cristi Puiu o Manoel de Oliveira entre otros…). Si bien la mayoría de ellos no es que aportaran sus mejores trabajos, el de Hong Sang-soo tampoco destaca especialmente en el corpus de su obra, tratándose de una comedia ligera de gracia discreta, o al menos con un humor con el que no termino de conectar, aunque por supuesto pueden rastrearse algunos elementos de interés.

La estructura de la película tiene cierta importancia, y está construida sobre una dualidad, como casi siempre en su cine, en esta ocasión ofrecida por las alternativas vivencias de Jo Moon-kyeong y Bang Joong-sik, que coinciden poco antes de que el primero de ellos vaya a dejar Corea para irse a vivir a Canadá y deciden contarse, entre chupito y chupito, sus recientes experiencias en la ciudad de Tongyeong, que ambos han visitado recientemente. El hecho de que su encuentro nos sea mostrado a través de fotografías en blanco y negro y los diálogos que rememoran sus experiencias mediante voces en off, mientras que los flashbacks son en color y siguen una narrativa mas convencional, pero también más cinematográfica, lo que viene siendo imágenes en movimiento, refuerza el carácter nostálgico de sus recuerdos potenciando estos mientras que el presente permanece en una capa no de irrealidad pero sí de intrascendencia, como si lo verdaderamente importante fuese aquello que ya no se puede cambiar.

Hahaha

Recuerdo tras recuerdo iremos descubriendo las personalidades de ambos y también las de los personajes que les acompañan en su singladura, siendo algunos comunes para los dos, aunque a ellos se les escape este detalle, de forma bastante inverosímil, todo sea dicho, siendo el alcohol una posible excusa para el despiste, conjugado, quizás, con el hecho de que cada uno se pierde en su memoria y en parte ignora o se desvía del relato de su contraparte, lo que viene siendo una batalla de egos en la que ambos son tan pros que acaban olvidando que tienen un interlocutor.

Los elementos cómicos vienen encabezados por el personaje de Jo Moon-kyeon, director de cine de Seúl (y van…), caricaturesco donde los haya, expresivo en su payasez, con escenas de no creer, como aquella en que su madre le obliga a subirse las perneras de los pantalones para endiñarle en los gemelos con una percha, aunque también hay chispas más allá de este, como el compañero que se toma pastillas para la depresión como si fuesen lacasitos y está riéndose de forma continua o las pullas hacia la poesía como profesión.

Sigue llamando la atención, aunque sea algo quizá habitual en su filmografía, la arbitrariedad de la puesta en escena, donde caben sus clásicos planos generales perfectamente encuadrados (mancillados en parte por esos zooms execrables marca de la casa —en esta ocasión hay uno que al menos se sale de la norma y es utilizado con cierta finalidad, aunque se podría haber suprimido utilizando el montaje—), con otros en los que la cámara se mueve con cierto criterio: la conversación en el bar del primer flashback es un buen ejemplo, pero esa misma escena choca de frente (nunca mejor dicho) con las posteriores en el mismo lugar pues está recogida desde la puerta del local, mientras que en el resto la cámara apunta al exterior, sin ningún motivo especial por el que esto sea así, aunque imagino que siempre se le pueden buscar tres pies al gato.

Las casualidades y sus azarosos designios juegan un papel determinante en el desarrollo de la historia, siendo que Wang Seong-ok, la mujer objeto del deseo de Jo Moon-kyeon, es la pareja del poeta cuñao (¿estás deprimido? No te deprimas) amigo de Bang Joong-sik, que a su vez se enrolla con la camarera del bar regentado por la madre de Jo Moon-kyeon. Pero aunque se van contando uno a otro sus vivencias, no son capaces de atar cabos y darse cuenta de estas coincidencias ni de algunas otras como que el poeta acabe alquilando el piso de la madre de Jo Moon-kyeon. La citada no será la única infidelidad que incide en las vidas de los protagonistas, Bang Joong-sik pasa esos días con Ahn Yeon-joo, a pesar de estar casado, y no es capaz de dar el paso hacia la ruptura. De la misma forma, a Wang Seong-ok le cuesta decidirse por Jo Moon-kyeon. Enredos insustanciales, pero enredos al fin y al cabo, de personajes que no tienen claro lo que quieren aunque tratan de dilucidarlo emborrachándose incluso en el desayuno, creando múltiples ecos con la filmografía previa del director, y al fin y al cabo con nuestra vida misma, repleta de claroscuros en momentos determinantes, de decisiones no siempre acertadas, pero inevitables, y, sobre todo, irreversibles, como por ejemplo darle el premio en Cannes a la película.

Hahaha
Y enterradas entre la aparente desidia en la realización y ese tufillo a ya visto, esa sensación de dejadez, de desinterés por ir más allá, de esa permanencia en esa zona de confort donde siempre encontramos los mismos temas y sus permutaciones, y a pesar de que sabemos que desde Turning Gate no escribe guiones en el sentido tradicional, y que en esta ocasión en concreto solo tenía un tratamiento de cinco páginas, hay un par de conversaciones entre Wang Seong-ok y Jo Moon-kyeon que denotan cierta meticulosidad en la (poca) escritura y en la construcción de caracteres. Esos momentos iniciales en los que ella dice, durante una visita guiada, como parte de su trabajo, que cuando menos conoces algo, mejor lo comprendes, y él le indica que es al contrario, que solo se alcanza el conocimiento a través de la experiencia. Mucho más adelante, cuando ya es patente el interés romántico de Jo Moon-kyeon, ella le dice que no la conoce y él se reafirma en que la va descubriendo poco a poco (en coherencia con un sueño de autoconocimiento donde el general Lee Soon Shin, a quien vio en un cuadro, toma forma corpórea y le insta a no fiarse de lo que digan otros y únicamente crea en lo que vea con sus propios ojos), nos muestra que él, a pesar de ser un meme andante, al menos tiene claro que está enamorado hasta el tuétano y ella no está tan segura, contradiciéndose en parte a sí misma. Después se le aclaran las ideas tras el encuentro sexual entre ambos, que probablemente sea el momento más genuinamente cómico de la película (quizá porque me recordó aquel diálogo de Barb y Star van a Vista del Mar en el que Star le dice a su amante que la última vez que lo hicieron la polla le llegó muy hondo, que se debió ir para arriba y le tocó el corazón). Una que acaba, además, con las risas enlatadas de sus protagonistas. Hahaha.

Oki’s Movie (Ok-hui-ui yeonghwa, Hong Sang-soo, 2010)