Decision to Leave, de Park Chan-wook

El Vértigo coreano

Decision to LeaveSala a rebosar en el Asian Film Festival para ver la última obra del autor de Sympathy for Lady Vengeance que llegaba también con premios bajo el brazo (incluida la mejor dirección en Cannes y el mejor montaje en Valladolid). El retorno del autor de Oldboy a la gran pantalla tras su excelente experiencia televisiva con La chica del tambor (2018) se alinea con la morbosidad sensual  presente en Stoker (2013) y The Housemaid (2016). No renuncia a la experimentación formal que ha lucido desde la ya lejana Joint Security Area (JSA, 2000) y que se expandió de modo pirotécnico en la fascinante trilogía de la venganza. Sin embargo Decision to Leave es una apuesta tan serena como arriesgada, tan próxima al noir clásico como innovadora, tan íntima como arrebatadora, mezclando los tiempos de la narración con inesperados flashbacks, elipsis cortadas en la sala de montaje, repetición de planos con pequeñas diferencias en el ángulo de cámara o recogiendo la escena alternativamente desde una mirada directa con una toma recogida de un espejo o un reflejo (táctica repetida en diversas ocasiones pero desarrollada especialmente durante la fase inicial, captando imágenes duplicadas en el espejo de la sala de comisaria) para que tanto el protagonista y el espectador duden de la veracidad de las imágenes (con una sofisticación mayor a como hiciera el referido Jeong-Seok en Confession).

Chan-Wook llega al extremo de trasladar conceptos del argumento a la estructura de su obra. Así, al policía protagonista, Jang Hae-joon, le atormentan los casos no resueltos y a Song Seo-rae, le fascina esta atracción. Chan-Wook desarrolla la película buscando precisamente la dificultad en la comprensión de la trama, de las motivaciones de los personajes, observando detalles que tal vez no tengan trascendencia alguna para la resolución del caso (la bandeja de sushi, la comida, la pecera y los peces del mercado, las medusas…) y mostrando casi de soslayo (incluso dejando de lado) las claves que permiten la resolución del caso. Hay una notable labor en la puesta en escena pero, sobre todo, en la selección de planos y en el montaje para causar la incertidumbre en sus personajes y la duda en el espectador. De hecho, Chan-wook deja claro cómo se cometieron los crímenes pero nos desorienta esforzadamente cuando tratamos de entender las motivaciones, dejándonos en una tierra de nadie entre certezas, sensaciones, prejuicios y dudas.

Decision to Leave

El motivo principal de esta apuesta formal no es tanto la voluntad de deslumbrar como la elaboración visual de una fascinación, recurriendo a un uso del color, de la puesta en escena y del montaje que rememoran la estrategia seguida en Deseando amar (In the Mood for Love, Wong Kar-wai, 2000). Chan-wook no duda en trasladar el objetivo de su obra del whodunnit a la relación de atracción. El cadáver, el supuesto asesinato, devienen marginales a medida que Jang Hae-joon se siente interesado y progresivamente atraído por Song Seo-rae. Como, por ejemplo, en Laura (íd., Otto Preminger, 1944) o en Instinto básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992) y en tantas otras películas, pero muy especialmente en De entre los muertos (Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958) la investigación del supuesto asesinato queda en segundo plano, encubierta por un seguimiento policial que resulta en acecho y, final y definitivamente, en atracción. La observación de la rutina diaria de Song (su llegada a casa, su cena frugal, el helado, el cigarrillo que se consume o la serie televisiva que la acompaña en la que se habla de una mujer desalmada) y muy concretamente el seguimiento en vehículo mantienen paralelismos con la mítica cinta de Hitch, cómo lo será el momento en que la presa se revele menos inocente.

Hay de hecho una segunda trama, iniciada en la primera escena de la cinta y desarrollada por Chan-wook de modo intermitente, cuya existencia no tiene nada de gratuito. El seguimiento policial a un delincuente fugado que tiene lugar al inicio de la película es desplazado por la investigación del  alpinista muerto tanto a nivel argumental como en el día a día de la brigada protagonista. Sin embargo, la interrupción del (peculiar) interrogatorio por un cambio en el caso, dará pie a un seguimiento invertido, con Song observando como Jeong persigue a un sospechoso, evidenciándose que la creciente atracción es mutua. Un plano aparentemente caprichoso como es un encuadre del policía golpeando al delincuente armado, tomado a través de una reja de alambre, iluminada por el intermitente del vehículo de Song, transmite la intensidad creciente de la atracción de uno por el otro. Más adelante, en el momento en que San-O, el asesino en fuga, es acorralado, éste revela una relación pasional (“ella ha hecho de mi vida un infierno, pero no tiene sentido vivirla sin ella”) que implicará un cambio definitivo en la actitud del policía hacia su sospechosa y a la que, pese a todo, empezará a tratar como una compañera. Paradójicamente, es a partir de la aproximación mutua cuando se irá desvelando la incógnita acerca del supuesto asesinato y Jang Hae-joon tendrá conciencia de las redes que  Song Seo-rae ha tejido meticulosamente y en las que ambos quedan atrapados.

Decision to Leave

 Y será a partir de aquí dónde los reflejos de  Vértigo sobre Decision to Leave sean más manifiestos y, también, más notables (y no hay que ignorar la coincidencia en la banda sonora de unas castañuelas, rasgo muy característico de la música de Bernard Hermann para el clásico de Hitch). El caso se cierra (no diremos cómo, para evitar todo tipo de spoiler) y Jang Hae-joon se aleja de Song Seo-rae. Su vida cambia, como sucediera con la del Scottie hitchcockiano tras perder a Madeleine, de modo que la rutina conyugal o el cambio de destino de trabajo no hacen más que disimular el vacío por la ausencia de la amante. El azar (¿o un plan premeditado?) sacudirán de nuevo al policía al encontrar de nuevo a su amante en circunstancias semejantes, obsesionándose con ella en un conflicto permanente entre la pasión y el deber. Chan-wook se crece, aún más, en esta segunda parte de la cinta. Y si bien reduce las piruetas visuales o de montaje para organizar el hilo argumental, remarca aún más la tortuosa relación entre los personajes. En un contexto dónde la oscuridad nocturna de la primera mitad es suplantada por una luz cegadora, uno y otro revelan sus cartas a su propio pesar. La atracción se puede consumar de noche y la secuencia nocturna bajo la nieve es la última opción para que los amantes se encuentren. Pero el hombre destrozado no acepta ya el amor de la mujer desalmada. La luz cegadora de la costa les separará definitivamente. Y un destino inexorable condenará a ambos, como a Scottie y a Judy, a un final tan insólito como desolador. Uno de los finales más extraordinarios, más arrasadores, que culmina con elegía poética esta historia pasional.

La casa del dragón, de Ryan Condal y George R. R. Martin