Sola ante el peligro
En estos tiempos de mínimo un hype a la semana es gratificante poder ver películas sin demasiado conocimiento previo ni grandes expectativas. No es que no me guste que cada semana aparezca un X (la mejor película de terror desde Maligno) o un Alcarràs (la mejor película catalana desde Verano 1993 y la mejor española desde Madres paralelas), un Licorice Pizza (la mejor película de Paul Thomas Anderson desde la anterior), La peor persona del mundo (la mejor película noruega de ayer, hoy y siempre) o un Drive my Car (la mejor película japonesa en la que aparece un Saab rojo y se cita a Chéjov), pero a veces la expectación generada desde las críticas clónicas y la algoritmia de las redes sociales provoca casi tantas decepciones como contrataciones de hipoteca para quedarse a vivir en los films, que ya tiene que ser triste la vida de uno para tenerse que mudar al Compartimento número 6 o compartir el día a día con Robert Pattinson atormentado y disfrazado de murciélago por poner solo un par de ejemplos.
Agradezco haberme lanzado a Juego de asesinos en ausencia de ruido, casi como un salto al vacío, más allá del conocimiento de que dirigía Joe Carnahan (cuyo último film, el simpático Muere otra vez, pasó algo desapercibido enterrado entre el resto de carne de plataforma). Los créditos iniciales con esa línea de bajo y esos vientos que pueblan el tema principal de Harry el fuerte (Magnum Force, 1973) compuesto por Lalo Schifrin o el Freddie’s Dead (1972) de Curtis Mayfield que pulula por todo el metraje evocan a los thrillers setenteros y a tantos blaxploitations de la época con los que, sin embargo, la mayor conexión del film es la raza de su protagonista, una espléndida Alexis Louder, cuya interpretación de la agente principiante Valerie hace honor a su apellido, apoderándose de la pantalla como una música atronadora que no deja escuchar nada más. Y aunque hay que reconocer que el film tiene cierto aroma (sonoro) setentero, quizá la principal reminiscencia que nos trae de aquella época sea la de Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, John Carpenter, 1974).
Y no es que Carnahan sea John Carpenter (ni que lo pretenda), pero el guion que escribe basándose en una historia de Kurt McLeod se presta a algunas similitudes: el encierro en una prisión, y una agente que un momento puntual tiene que unir fuerzas con un criminal (o dos, aunque no tenga claro con cual) para hacer frente a una amenaza externa, incluso el desenlace previo al abandono de la comisaría que sugiere que la alianza se ha reafirmado superando las diferencias inherentes a su relación «profesional» (nada más lejos de la realidad), son suficientes para que nos visite la sombra del director de Fantasmas de Marte (Ghosts of Mars, 2001).
Pero en Juego de asesinos, probablemente acertada traducción libre de un enigmático Copshop, se dan cita no uno sino dos antihéroes (no puedo negar que detalles de guion quizá tontos como sus orquestados ingresos en prisión me encantan), y siendo sinceros, ambos con dosis de villanía que superan con creces las de su heroicidad aún por demostrar. A los que hay que sumar un psicópata con una ametralladora y un agente corrupto cuyos esfuerzos disjuntos (pero sumados) terminarán dejando a la pobre Valerie sola ante el peligro.
El duelo dialéctico entre Gerald Butler y Frank Grillo (que ha rajado del montaje final, donde al parecer los productores han recortado bastante su papel) con una especie de running gag (el personaje de Butler teniendo que explicar continuamente sus expresiones) o el humor negro que en algunos momentos se inmiscuye en la narración como la sangre de un cadáver salpicando en el punto más inesperado son alguno de los puntos fuertes de un guion que no necesita grandes giros para funcionar. Carnahan rueda con naturalidad y solvencia los tiroteos —nada que no hubiese hecho antes, en Ases calientes (Smoking Aces, 2006), por ejemplo— y utiliza el contrapicado como sus protagonistas las armas, con frecuencia pero sirviendo a sus intereses (concretamente el implicarnos con los personajes, aunque luego nos podamos desenganchar con alguno), e incluso se permite una escena de suspense de lo más conseguida (la del código de la puerta) donde la tensión traspasa la pantalla gracias a una ejemplar planificación.
Juego de asesinos no es innovadora ni revolucionaria, no me quedaría a vivir en ella ni aunque me pagasen, y su tramo final es quizá un poco más largo de lo que nos pide el cuerpo, pero la he disfrutado inesperada(y por tanto doble)mente y su final abierto es cinematográficamente más atractivo que muchas películas enteras.