Entrevista Lucile Hadzihalilovic

Estuvimos en Las Palmas con Lucile Hadzihalilovic, protagonista de una de las retrospectivas, que además presentaba Earwig, aun pendiente de distribución en nuestro país, una fantasía claustrofóbica sobre una niña y su inquietante cuidador. El filme, adaptación de la novela de Brian Catling, sigue las pautas autorales que, hasta la fecha, han marcado la carrera de su directora: la presencia de la infancia, de los líquidos, de la oscuridad y cierto espacio para que el espectador construya (si así lo desea), su propia interpretación del relato. Constantes que aparecen en sus maravillosas fábulas anteriores como son Innocence (2004) o Evolution (2015).

Está usted en el Festival de cine de Las Palmas porque le hacen un homenaje en forma de retrospectiva. ¿Cómo se siente?

Con tan pocas películas no te negaré que es un poco preocupante. Quizá sea por mi edad. ¡Ahora o nunca!

Bueno, también debería que considerar que sus películas poseen una personalidad especial en el panorama cinematográfico mundial…

Sin duda. Sin duda. En todo caso, es una pregunta que habría que hacerles a a los organizadores, y no a mí.

Bueno, hablemos sobre ellas. Es muy coherente en el sentido de que los personajes son casi siempre niños. ¿Le gusta trabajar con ellos?

Sí. En realidad, lo que me gusta es filmar cuentos. Lo cual no quiere decir que sean películas, que es otra cosa bien distinta. Lo que me gusta de los cuentos es que son historias de maduración, de etapas de la vida en las que creces como persona. Tratan de esos momentos en los que tenemos la sensación de que evolucionamos, porque nos acercamos a la adolescencia, una nueva etapa o fase vital. Son instantes que me interesan mucho. Mi última película no es exactamente así. No está tan enfocada en la niña. Pero aún el personaje es una niña que está en una edad de transición. También creo que lo que me gusta de los cuentos es que son una forma de contar cosas muy íntimas, desde el subconsciente, pero de alguna manera, un poco por sesgo, de refilón. De ese modo puedo mirar más allá, buscando arquetipos o cosas que creo que tal vez sean universales.

Lucile Hadzihalilovic

Earwig

Técnicamente, siempre se ha dicho que trabajar con niños es un infierno…

Tiene un lado bueno y un lado malo. Es muy emocionante, porque cuando los niños son buenos actores, son increíblemente buenos y aportan mucho al filme. Tienen una imaginación mucho menos codificada que la de los adultos. A veces es muy gratificante ver cómo entienden la escena, cómo ven las cosas. Por otra parte, cuando no quieren interpretar… pues no quieren, porque lo que les apetece en ese momento es jugar. Así que a veces tengo que pasar mucho tiempo buscando formas de persuadirlos para conseguir lo que quiero. Tratamos de organizar el rodaje para que haya suficientes momentos de relajación y juego, de modo que consigamos tener su atención cuando toca. Pero eso se complica mucho cuando hay varios juntos. Son más obedientes si solo hay uno en el set.

Según ese razonamiento, la escena de la playa de Evolution, con todos ese niños en plano, ¿fue la más difícil de su carrera?

No crea. En Innocence, por ejemplo, había muchas niñas de seis años en plano. Fue muy difícil porque no podían concentrarse durante mucho tiempo. Los chicos de Evolution eran un poco mayores, tenían como diez, once, incluso el protagonista, tendría trece. Cuando estaban en grupo les gustaba hacer trastadas, ponían menos de su parte.

Supongo que, una vez pasado el mal trago, debe ser una sensación muy reconfortante.

Cuando la protagonista de Earwig, mi nueva película, vio el resultado final, me preguntó si era normal que no se reconociera. Me pareció genial y me sentí muy orgullosa, porque no es exactamente ella y a la vez sí lo es.

Innocence

Cuando empezó a rodar y ya había cierta tendencia a tratar los cuentos clásicos de una manera políticamente correcta. Si nos fijamos en el cuento tradicional, el folklore, los Grimm, Andersen, son cuentos crueles, son muy violentos. Hoy eso se ha puesto en entredicho. ¿Qué opina de esta dictadura de la corrección política y de proteger a los niños a toda costa?

No estoy para nada de acuerdo con este enfoque porque creo que precisamente los cuentos permiten la catarsis y eso es muy importante. Creo que los cuentos sirven para explicar tabús y situaciones violentas, como el incesto o el asesinato, para poder hablar de ellas. Es muy importante que los niños puedan enfrentarse a esto a través de historias. Porque es una forma catártica de hablar de ello, de ir más allá de la angustia que puede causar en la vida. Tampoco soy una experta, porque no suelo ver las adaptaciones de Disney. ¡No he visto ni Frozen! Pero tengo la impresión de que hay una tendencia a edulcorar las cosas. Cada época tiene sus interpretaciones de los cuentos, pero creo que las cosas violentas y aterradoras son importantes en las tramas. En cualquier caso, como le comentaba con anterioridad, yo no hago cine infantil.

Otra constante en su filmografía, y que también aparece en Earwig, es el uso de fluidos. ¿Qué es lo que le fascina tanto?

Creo que el agua es muy cinematográfica, es materia que se transforma, que pasa por varios estados. Es algo abstracto, y a la vez muy concreto. Además, mis películas hablan de ese murmullo constante de la naturaleza.

Earwig es su primera película en inglés. ¿Por qué ha cambiado de idioma y cuáles han sido las dificultades?

En mis películas no hay mucho diálogo. Me dije a mí misma que podía hacer una película en inglés porque no hay muchas palabras. Y también me permitió encontrar la financiación en Inglaterra para una película que, creo, quizás sea mejor entendida por los ingleses. La película no se desarrolla en ningún lugar determinado geográficamente, y a menudo el inglés es el lenguaje internacional.

¿Cree que los angloparlantes pueden entender mejor sus historias por su sensibilidad con los cuentos góticos?

Tal vez. Creo que en Inglaterra, y quizá también en Estados Unidos hay una mejor relación con el cine fantástico que en Francia. Mi país es excesivamente racional e intelectual, y por eso le cuesta entrar en el juego que plantea el género. No sé cómo decirlo, pero tengo la impresión de que tanto en Inglaterra como en Estados Unidos están más acostumbrados a los mundos fantásticos y a la mezcla de géneros. En España, creo que ocurre algo similar: los españoles también entienden mi cine mejor que los franceses.

Lucile Hadzihalilovic

Evolution

Entiendo que lo más difícil de abordar en Earwig, fue jugar con la luz, el hecho de rodar en un lugar sin apenas luz.

La verdad es que sí. No sé si fue lo más difícil, pero fue uno de los desafíos de la película, por así decirlo. Es como en la novela que adapté. Están en un piso con las persianas cerradas y además es invierno, así que no hay mucha luz. Y me pareció genial que vivieran un poco todo el tiempo en la oscuridad, en la penumbra, pero al mismo tiempo, necesitábamos ver algo. También pensé que era importante que no tuviéramos lámparas. Así que rodamos todo sin lámparas y con las persianas cerradas en otoño. Estoy muy contenta con el resultado. Creo que el operador de fotografía hizo un muy buen trabajo al conseguir que veamos algo, pero jugamos un poco al límite a veces, así que es importante que las condiciones de la proyección sean buenas.

Comenzamos hablando de su homenaje. ¿Está de acuerdo si le digo que es una pionera dentro del género fantástico?

Bueno, creo que hay otros ejemplos. Por ejemplo, otra francesa dentro de mi generación es Agnès Merlet. Tiene cuatro películas y al menos dos de ellas pertenecen al fantástico. También tenemos, aunque algo más joven, a Marina de Van, que ha trabajado también el género: en Dans ma peau, Ne te retourne pas o Dark Touch, una película fantástica con niños. He tenido suerte de poder hacer estas películas, porque conozco a mujeres de mi generación que han rodado cortometrajes fantásticos y que cuando intentaron hacer largometrajes no pudieron encontrar financiación. Porque el fantástico no era un género fácil para debutar. Después las cosas comenzaron a cambiar, pero a finales de los 90, principios de los 2000, no era fácil encontrar productores que entendieran este tipo de películas en una mujer que debutaba.

¿Cómo se sintió cuando Julia Ducournau ganó la Palma de Oro por una película de género como Titane?

Creo que efectivamente con esta Palma el jurado quiso dar un golpe encima de la mesa y premiar a una joven que hace auténtico cine de género. El terror no es mi género favorito, me siento un poco alejada de él, pero creo que está bien. Hay tan pocas mujeres que han ganado premios importantes en Cannes que eso es muy, muy bueno. También indica que no hay que despreciar el cine de género. Espero que pronto haya paridad, y entonces no habrá razón para que no haya otras mujeres que tengan Palmas de Oro.